Las bases del deporte se han desarrollado, en ocasiones, bajo un prisma no igualitario, heteropatriarcal; y en la enseñanza del mismo, desde etapas tempranas, se ha centrado en un binarismo en el que se le atribuían deportes de fuerza, estrategia y destrezas a los hombres y dejaban a un lado a las mujeres, relegándolas a la práctica de deportes estéticos, pero siempre tuteladas por hombres: ya sea como gestores, entrenadores y demás personal cualificado.
Un claro ejemplo de esta discriminación es que a las mujeres no se les permitió participar en los JJOO hasta el año 1900 y su participación fue de un 2%, cifra que no alcanza el 15% hasta 1972 y nunca ha alcanzado o superado el 50% de participación.
Respecto al papel de la mujer como gestora o como entrenadora, en España, de las 65 federaciones deportivas tan solo 4 de 65 tienen como presidenta a una mujer (6,2%) y el número de deportistas en posesión de licencia federativa es de 2.814.387 hombres frente a 771.746 mujeres, es decir, un 78% de hombres y 22% de mujeres (datos 2018).
Incluso en nuestra sociedad se repiten mantras discriminatorios en las clases de Educación Física con la segregación o con frases bien conocidas que atribuyen aspectos negativos a las mujeres o la feminidad como: “corres como una nena”, “tienes menos fuerza que una chica”, “esto es un deporte de hombres”
La presencia estimada de las mujeres deportistas en los medios de comunicación es de sólo un 5% (análisis del estudio de Saiz Baranda 1979-2010), unas veces sola (2%) y otras acompañada por al menos un protagonista masculino (3%), mientras que el hombre lo era en el 92%.
Es nuestra responsabilidad luchar contra el machismo en el deporte y el resto de la sociedad. Mucho trabajo pero un futuro diverso y justo si unimos fuerzas.